jueves, 14 de marzo de 2019

Consigna para el Trabajo Práctico

 Trabajo práctico / entrega 1º de abril

Texto de presentación en primera persona.
Un texto breve y una foto de la autora o autor (puede ser o no autorretrato).
Datos básicos de una breve bio (nombre, edad, lugar de nacimiento, etc.) y relato de circunstancias y hechos que definen un carácter y una perspectiva vital. Se pueden mencionar cuestiones relacionadas con la fotografía (preferencias, expectativas, búsquedas).
Extensión: entre 1500 y 2000 caracteres con espacios (poco más de 300 palabras), tipografía arial, cuerpo 10. El retrato deberá llevar al dorso el nombre de la persona.
Se valorará la cantidad de información, la capacidad de síntesis y de priorizar los elementos, la elección del tono, la estructura y legibilidad del texto. También los recursos para retener la atención del lector y la relación entre el retrato y el texto.

Nota: estamos hablando de un texto informativo, que debiera permitir conocerlos y conocerlas mejor.  También nos servirá para entrar en calor en esto de escribir. Eviten los lugares comunes o búsquenle la vuelta para hacerles decir algo. Si consiguen que el lector/a los entrevea muy probablemente -aunque de un modo imperceptible- se hayan conocido un poquito mejor. 
El estilo debiera ser parte de la presentación. Reflejarnos de algún modo no sólo por la información, también hacerlo por el tono, la elección de las palabras y en general los recursos de estilo. Tienen que poder reconocerse en ese texto. Si lo sienten ajeno, hagan cambios, prueben cosas. No se censuren y experimenten.

Claves para leer la polémica Zimmerman Vs. Aguiar


Claves de lectura y compresión del texto:

Busquemos oposiciones que plantea el texto de Marcos Zimmerman y cómo se cargan de valores positivos o negativos

¿Cuáles son los valores positivos del arte fotográfico según Zimmerman?

¿Cuáles los no positivos?

El mercado del arte, ¿cómo aparece caracterizado?

¿A qué apela para fundar su argumentación?

Marcas que exceden la desvalorización y rozan el desprecio:

¿Qué autores rescata Zimmerman? ¿Cómo los describiría a rasgos generales y qué objetivo les atribuye cuando fotografían?

¿Cuáles son los argumentos que despliega Arturo Aguiar en su respuesta?

¿Cuales son sus conclusiones? ¿Sienten que han tomado partido?



Marcos Zimmerman, sobre su visita a Buenos Aires Photo 2009

Una vez más llego a casa desde buenos aires photo (photo con ph, todavía no sé bien porqué), me sirvo un vaso de vino y hago un resumen: las mismas y nuevas caras mirándonos, decenas de nuevos fotógrafos –artistas, la mayoría, de la policromía del color (fuerte)– y galerías que agradecen a Dios haber vendido algo para poder pagar el stand, algo nada despreciable en estos tiempos. Es decir que, como Feria, buena! Pero ¿qué deja de verdadero al arte de los fotógrafos esta feria que se repite año a año?
En primer lugar diría que la fotografía argentina parece querer dirigirse hoy por el mismo camino que gran parte de nuestro modo de ser nacional: un gigantesco espíritu ficticio se cuela como el agua por entre las centenares de hojas de papel fotográfico y digital que inundan las paredes circulares del Palais de Glace. Es que hoy, en Argentina, hacer fotografía de arte pareciera ser sinónimo de armar escenas y luego fotografiarlas. Como si no fuera suficiente con las escenas que proporciona nuestra propia realidad... Como si la fotografía fuera un hija menor del cine o pudiera reducirse a un instante prestado de una secuencia desconocida que está siempre fuera de cuadro, o ser un simple boceto de una escena de teatro que nunca fue ni será escrita.
Así es que, perseguido por infinidad de imágenes artificiosas de colores chillones, enmarcadas con marcos más chillones todavía que pujan por ser parte de la obra, y desconcertado por maquetas presentadas como fotografías cuyas tres dimensiones no logro conciliar con la idea bidimensional que hasta hoy tenía del arte que da lugar a esta Feria, reboté, como si se tratase de una carambola salvadora, en la sobria colección que está construyendo Facundo de Zuviría y Marjan Groothuis para el Rabobank, luego salté en puntas de pie por cinco obras delicadísimas de Oscar Pintor y dos de Alicia D´Amico y me di de bruces contra dos retratos de boxeadores llenos de verdad que Diego Levy exponía con singular ascetismo en planta baja. Por supuesto, inmediatamente después escapé de escena como lo haría un doble de riesgo incendiado y tomé Posadas bajo la lluvia para poder apagar el fuego. En verdad, queridos colegas, no creo haber nacido para el mundo artificial de muchas de las fotografías que hoy se ven en esta Feria y hasta ganan premios petroleros, y que no parecen tener en cuenta que el fin de la artificiosidad en el arte empezó en el Renacimiento y terminó junto con el Rococó, hacia fines del 1700. Desde entonces, las verdades del mundo moderno suplantaron a los mitos áulicos que ocupaban la representación del arte hasta ese momento.
Con todo respeto por esta nueva ola de fotógrafos-directores-armadores de escenas, creo que el mundo que han intentado mostrar algunos otros fotógrafos como Humberto Rivas al exponer de manera simple el alma de sus retratados, o Pintor cuando revela en cada imagen el doble fondo de sitios cotidianos argentinos, cuando Adriana Lestido transmite en cada una de sus fotos los interminables días pasados junto a sus personajes, o Juan Travnik pone en primer plano a Malvinas y Sebastián Szyd a las minas de Potosí, cuando el mismo Zuviría se transforma en su propia cámara para mostrar a los demás un Buenos Aires que se revela sólo sus fotografías, o hasta aquel mundo interior de la Argentina que tanto amo y en el que yo mismo he buscado durante largos años una verdad que luego intenté exponer en mis libros; este mundo digo, así como el de tantos otros fotógrafos que conozco, en nada se parece a ese otro, artificioso, que hasta hoy colgaba, abundante, en el Palacio de Hielo. Es que hay algunas diferencias. En primer lugar, no creo equivocarme si digo que la idea de esos fotógrafos que he mencionado arriba ha sido siempre la de mejorar el mundo con el arte... y no empeorarlo. En mi caso personal, crear ha sido siempre para mí sinónimo de novedad, respeto y de compromiso, pero también de delicadeza y de belleza. Hoy, en cambio, gran parte de lo que se hace parece imitar, con un poco menos de profundidad e imaginación, a aquello que se hace en otras partes o, lo que es peor, aquí mismo, en una competencia por empujar a la fotografía argentina a un lugar que se distancia del arte, tanto, como la Raspa de un preludio de Chopin. Todo en una sola toma. Y todo con grandes efectos. Lo único que me tranquiliza es que, seguramente, dentro de algunos años, habrá quienes entren en las casas de nietos de los coleccionistas actuales y véan en las paredes decenas de estas fotos color que hoy poseen el tinte de jugos brasileros, pero que para entonces el tiempo habrá convertido en suaves Monet y, parándose frente a estas obras otrora furibundas, arcaicas y chillonas pero ya desvahidas, debatirán cómo estos artistas, creadores de tan bucólicas y delicadas piezas, preanunciaban un mundo que nunca fue.
Mientras tanto, la misma marca de champagne de hoy seguirá abriendo y cerrando estas fiestas, claro, y la sensibilidad será una palabra en completo desuso, sepultada por el mal gusto siempre en aumento, por las inauguraciones de arte cada vez más fastuosas y pobladas, y por la consecuente transpiración de estos nietos de coleccionistas, cuyas emanaciones serán inmediatamente fijadas en un tipo especial de papel fotográfico por nuevos artistas de vanguardia que las convertirán, una vez más, en obras del arte.
Así, y por suerte colegas míos, el arte se habrá salvado una vez más. Porque a pesar de la voluntad de muchos de nuestros nuevos creadores de imágenes artificiales, aquellas emanaciones naturales del cuerpo serán al menos más verdaderas que la innumerable cantidad de basura vestida de seda que estamos enviando hoy hacia al futuro en forma de fotografía de arte, y que podría evitarse, simplemente oprimiendo la tecla "delete" en decenas de cámaras fotográficas.



Respuesta de Arturo Aguiar, ganador del Premio Petrobrás:

En su nota el Sr. Marcos Zimmermann, desde una posición purista, desvaloriza la producción fotográfica mas reciente, calificándola de “basura vestida de seda” Esta calificación resulta injusta y sin fundamento en el contexto del arte contemporáneo . No es ético impulsar la defensa de una corriente estética atacando falazmente a las otras. Quiero comenzar con la etimología de la palabra artificio, recurso que tanto desagrada al autor de la nota. Artificio: del latín ars, arte, y facere, hacer. Así que siendo fiel aldiccionario artificio significa hacer arte. Siguiendo con esto, es sabido que la fotografía surge del deseo de representar en una superficie plana las escenas del mundo, pero toda representación bidimensional de un espacio tridimensional es un artificio, una ficción, un simulacro, una puesta en escena del espacio mismo, sin la cual la fotografía no existiría. Fotografía sin artificio es un imposible. Toda fotografía es artificio.
Al analizar la situación actual de la fotografía no puede omitirse las múltiples y variadas relaciones y diálogos que existen entre la fotografía y la pintura, desde sus orígenes y durante todo su desarrollo: En el comienzo el ingenio de la cámara oscura surgido de la pintura concluyo creando a la fotografía. Entonces la pintura se libero del naturalismo y produjo los movimientos de vanguardia… Impresionismo, surrealismo, cubismo, dadaísmo, el pop, el Kitch … etc. Estos movimientos a su vez influyeron y tuvieron su correlato en la producción fotográfica, enriqueciéndola y creando nuevas formas diferentes al naturalismo. Esta dinámica es ignorada en la breve historia del arte que el Sr. Marcos Zimmermann ofrece para justificar su desencanto con tendencias actuales de la fotografía. Cito textualmente su historia del arte: “el fin de la artificiosidad en el arte comenzó con el renacimiento y termino junto con el rococó a fines del 700. Desde entonces las verdades el mundo moderno suplantaron a los mitos áulicos que ocupaban a la representación del arte hasta ese momento”. Entones según esto hay que concluir que desde el rococó solo hubo naturalismo documental ¡¡¡ Falso !!! Es una falacia que niega y desvaloriza la producción artística.
Por otro lado no se puede desconocer que el modernismo es parte del pasado, y que nuestra época se caracteriza como posmoderna. Solo por pensar algo, pienso que en este mundo de virtualidad exacerbada, en el que las imágenes pierden su contexto, tiene sentido para muchos artistas apartase del purismo naturalista y explorar otras formas de representación consonantes con la época.
La pretensión que se expresa en esa nota de asignar valor a una obra por su contenido realista, austero o purista, resulta arcaica. Esto no califica ni descalifica a una obra, ni a su futuro. Ya muchos grandes pensadores, como Hegel, entre otros, han errado al querer predecir el futuro del arte ysu valor, así como las formas en que el arte expresa su verdad.
La construcción de escenas es intrínseca al acto fotográfico, ya que el mismo recorte fotográfico, aun sin la mirada del fotógrafo, construye una escena. Sin embargo el autor de la nota en cuestión parce pedirle a los artistas que no realicen practicas que el mismo realiza, cuando se queja de que muchos fotógrafos arman escenas… ¿Acaso su reciente serie de desnudos sudamericanos no es una puestas en escena muy cuidada de desnudos masculinos? O el los encuentra así al doblar la esquina?
En referencia a la relación de la fotografía con el cine, no es acertado plantar que “la fotografía es la hija menor del cine”. La fotografía, como todas las artes, establecen relaciones entre si. Estas relaciones no son de dominio o subordinación, sino de comunicación y mutua influencia.
El purismo resulta difícil en una época en que la frontera entre los medios desaparece. Aunque sigan existiendo como tales, sus limites se vuelven difusos. Y todo forma parte del devenir incontrolable e irreprimible de la cultura y el arte. Sin duda y por fortuna la fotografía goza de buena salud, es un medio vastísimo, de infinitas posibilidades, que seguirá desarrollándose y explorando nuevas formas.



Arturo Aguiar *

*Artista. Autor de la obra “Siempre es otro el que muere” ganadora del

premio Petrobras-BsAsPhoto 2009.

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Y luego, el comentario de Marcos Zimmermann:

Respuesta a una carta de lectores publicada en Perfil el 28/11/2009, contestando una nota de opinión de mi autoría publicada por la revista Ñ el 14/11/2009.
Siempre me gustó la etimología. En varias oportunidades he encontrado en el origen de las palabras la llave oculta de alguna cuestión. Pero valerse de la etimología para construir sofismas es otra cosa. De esto sabía mucho Protágoras, un sofista profesional y un poco menos Mariano Grondona, cuando insistía con su diccionario etimológico semana tras semana para convencernos, por ejemplo, de que la palabra liberalismo viene de libertad, por lo que, se debía inferir, el liberalismo trae la libertad para el hombre y, ya que estamos, "Méndez" sería el hacedor de este sueño argentino. Algo parecido a esto es lo que hacen los detractores de una nota que escribí en la revista Ñ, en la que expuse mi opinión crítica acerca de la polución de fotografías armadas y artificiosas que observé en el último Buenos Aires Photo. Explicar que "artificio" significa etimológicamente "hacer arte" para concluir que los constructores de fotografías artificiosas sí son artistas, tal como parecen sostener quienes realizan este tipo de fotografías y denostan a la fotografía directa, es sólo un sofisma inútil. Porque mucho más allá de la etimología de la palabra en sí, todo el mundo sabe perfectamente lo que es un artificio en su acepción de falso consignada en el Diccionario de la Real Academia Española. No es necesario ir al famoso diccionario de Mariano para entenderlo. Basta sólo con ver algunas de las fotografías a las que me refería en mi nota y, voila, allí está el artificio desplegado claramente en todo su esplendor, retórico como todo artificio, solo fiel a sí mismo y con cierto aire de pretender inaugurar una especie de era estilo "Bailando por un sueño", pero en la fotografía de arte.
Después, las justificaciones académicas que puedan hacerse acerca de si la fotografía ha estado en relación o no con el arte y cuanto, si el pop y el kirsh tienen tanto o menos valor, si debemos o no apartarnos delnaturalismo o arrimarnos al virtualismo, o si mi historia del arte es breve...
Podríamos discutir por largo tiempo si la Estética de Berenson o si Hauser, si Roland Barthes o Gisèle Freund, si Susang Sontag o Walter Benjamin, pero digámoslo claro, ¡qué importa! No conozco ningún artista a quien le preocupe el arte, su país y el mundo en serio, y que además tenga tiempo para pensar en estos eufemismos de las verdades indudables que nos lanza a la cara lo que Arnheim llamaba "una obra verdadera". Sobre todo en un país en donde, en fotografía, está aún todo por mostrarse. Me eduqué artística y políticamente en Roma, durante los años del dopo piombo, y en plena inauguración de mi primer muestra allí, una mujer se paró delante de una de las fotografías que yo más quería y comenzó a gritar a viva voz: "¡Questo é una merda!!!", con lo que tuve que explicarle por qué no era así. Ese día aprendí que las exposiciones no sirven sólo para vender –algo que todos los fotógrafos necesitamos, claro– sino también para ser criticado, para reflexionar sobre esta crítica y, después, para crecer.
Así es que dar una opinión personal acerca de ciertas obras que se presentaron en el evento anual más importante de fotografía de Argentina, sin tapujos ni compromisos de ningún tipo, en un país en donde la crítica fotográfica apenas comienza a desarrollarse, no solo es un derecho, un lujo y una posibilidad de la que estoy enormemente agradecido, sino que también lo creo un deber ético para con las generaciones nuevas que hoy nos observan. Sobre todo, cuando la artificiosidad se expande fogoneada por los gurúes del mercado y valores como el de la verdad en fotografía son livianamente tildados de "naturalismo arcaico", de "purismo difícil de mantener en una época en que la frontera entre los medios desaparece, se difunde y todo forma parte del devenir incontrolable e irreprimible de la cultura y el arte". Sólo les falta decir: ¡jóvenes, saquen fotos que luzcan inexplicables, modernas! ¡Total, hoy, todo da lo mismo y cualquier cosa que "parezca arte" puede llegar a ser considerada como arte, si tu galería amiga lo sostiene... y lo vende!
Personalmente, no creo que el sólo hecho de ser moderno implique necesariamente poder hacer algo nuevo. Hacer algo nuevo en arte es mucho más arduo que ser moderno, o post moderno, sosteniendo a la ligera que la fotografía directa es arcaica. Lo nuevo solo nace de alguien nuevo, y eso si que no se puede armar tan fácilmente como se arma una escena estrafalaria para luego fotografiarla.
Respaldan mis ideas las miles de miradas silenciosas que vi en Buenos Aires Photo frente a fotografías rebuscadas, antiestéticas e incomprensibles para cualquier mortal, miradas que me conmovieron más que muchas de las fotografías mismas. Esas bocas abiertas tratando de entender lo inexplicable disfrazado con muchos colores y empaquetado en el formato "artista exclusivo de galería de arte top". Me preocupa el hecho de que los jóvenes crean que, de ahora en más, es esa artificiosidad la que se deba imitar en la fotografía de arte. Que el mundo exterior ya no le interesa a nadie y que la verdad está en desuso. Como aquél niño del cuento, quiero decirle a todos ellos: a los fotógrafos del artificio, a los curadores que quieren apoderarse de la palabra de los artistas, a los galeristas "difíciles" y a los críticos del silencio, que para mí ¡hace rato que ese rey está desnudo!
¡No hay nada detrás de aquello! Es sólo artificio... ¡Y mercado, claro! Aunque, nobleza obliga, en algo coincido con quienes sostienen esta tendencia al artificio en la fotografía Argentina actual: los desnudos de mi último trabajo no los encontré a la vuelta de la esquina, algo de lo que parecen acusarme. Eso es absolutamente cierto. Porque, a diferencia de muchos de los objetos que pueblan las fotografías a las cuales me he referido y que pueden ser adquiridos en el supermercado, busqué a esa gente durante siete años, andando por varios países de Sudamérica. Y cada uno de esos retratados es un ser humano "verdadero", parte de un continente "verdadero". En realidad ahora que lo pienso bien, me parece que finalmente estamos discutiendo acerca de la verdad en fotografía, de una manera pública y frontal. Es decir, ¡Oh casualidad!, de manera "verdadera". El debate quedó abierto: ¡qué alegría!

Marcos Zimmermann