Charly García está solo, parado en el medio, metido en un traje que
parece vacío. ¿Está posando o le robaron la foto? La foto es una
fotocopia pegada en la pared de mi cuarto. Protege el rincón donde
escribo con letra urgente. Escribo en círculos, se me mezclan los temas.
Pero quiero ser periodista. La confusión dura años. Hasta que empiezo a
hacer fotos.
Pero antes de hacer fotos, hago fotocopias: montajes, tramas, efectos de
contraste. Quiero ser un héroe del diseño gráfico. Más que periodista.
Casi tanto como estrella de rock. Charly es tonner pleno sobre el papel
blanco que con el tiempo amarillea. Cerca de Charly hay puntos grises
que son Robert Smith de espaldas con los cordones de las zapatillas
sueltos, la guitarra apuntando al piso, los pelos de espantapájaros. No
son tonterías. Se terminan los 80. Todo el mundo en la ciudad es un
suicida, lo grita García. Siempre es de noche. En el final de la
primavera el aire huele a incendio.
Un amigo me lleva a Ezeiza en un auto destartalado. Hablamos a los
gritos. Sale el sol. Fumamos. Aterrizo en el invierno. Llueve cuando
entro en Madrid. Apenas encuentro una habitación pego a Charly en la
pared. Es importante. Tengo veintitrés años. No conozco a nadie.
Luego estoy de nuevo en Buenos Aires. De acuerdo: nadie vuelve, nunca. A
ninguna parte. Pero no lo sé. Soy feliz. Camino por las calles de mi
viejo barrio como un espía, lleno de presentimientos.
Entonces pierdo mi foto de Charly. Pierdo todo lo que escribí. Me pierdo
yo. Sobrevivo para contarlo, pero no hay mucho que contar y enseguida
llega un verano de sangre y fuego. Otro. Pero el peor. Después pasan los
años, las mudanzas, los trabajos, los viajes en moto, el amor y la
soledad. Pasan como nubes gordas en un cielo de invierno.
Un día le hago fotos a Charly. En una se pone el saco al revés, como un
chaleco de fuerza. Tiene ojos de animal asustado. Poco después lo
internan. Lo sacan de un hotel atado a una camilla, boca abajo. Lo veo
en la tele.
¿Qué habrá sido de mi foto de Charly? Quiero decir, no la que tomé yo
sino ésa en la que está parado solo en el medio y parece que está por
encender un cigarrillo. O lo está encendiendo, lo más probable, pero yo
no estaba ahí. La foto es de Hilda Lizarazu. Yo sólo soy dueño de una
fotocopia perdida, que a veces, aunque no siempre, me dice algo,
todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario