martes, 30 de abril de 2019

Escritura de textos académicos


Arte Poética
Desde el fondo de los tiempos existe lo que se llama Arte Poética, que para Aristóteles era el orden, el número, la medida que los versos debían tener para ser perfectos.
Citados Por Juan Forn en Cómo me hice viernes
Augusto Monterroso confesó una vez que aspiró toda su vida a inventar un género que tuviera algo de ensayo y algo de cuento, algo de poema y algo de confesión, más o menos breve y muy libre, en tono aparentemente melancólico pero envuelto en ligero humor, recurriendo a citas de conocidos y desconocidos que existieron en la realidad o no, con un estilo perfecto pero que no se note o que incluso parezca descuidado, como redactado por alguien que lo hiciera para cumplir un requisito que no puede eludir.
Borges lo definió a su manera: “Preferir las palabras habituales a las palabras asombrosas, intercalar en un relato rasgos circunstanciales, simular pequeñas incertidumbres, ya que si la realidad es precisas la memoria no lo es, narrar los hechos como si no se los entendiera del todo, recordar que las normas anteriores no son obligaciones y que el tiempo se encargará de abolirlas”.
Sergio Larrain
Miércoles. Lo primero de todo es tener una máquina que a uno le guste, la que más le guste a uno, porque se trata de estar contento con el cuerpo, con lo que uno tiene en las manos y el instrumento es clave para el que hace un oficio, y que sea el mínimo, lo indispensable y nada más. (...)
El juego es partir a la aventura, como un velero, soltar velas. Ir a Valparaiso, o a Chiloé, por las calles todo el día, vagar y vagar por partes desconocidas, y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar un plátano o unos panes y así tomar un tren, ir a una parte que a uno le tinque, y mirar, dibujar también, y mirar. Salirse del mundo conocido, entrar en lo que nunca has visto, dejarse llevar por el gusto, mucho ir de una parte a otra, por donde te vaya tincando. De a poco vas encontrando cosas y te van viniendo imágenes, como apariciones las tomas.
Luego que has vuelto a la casa, revelas, copias y empiezas a mirar lo que has pescado, todos los peces, y los pones con su scotch al muro, los copias en hojitas tamaño postal y los miras. Cuando se te hace seguro que una foto es mala, al canasto al tiro. La mejor las subes un poco más alto en la pared, al final guardas las buenas y nada más (guardar lo mediocre te estanca en lo mediocre). En el tope nada más lo que se guarda, todo lo demás se bota, porque uno carga en la psiquis todo lo que retiene.
Luego haces gimnasia, te entretienes en otras cosas y no te preocupas más. Empiezas a mirar el trabajo de otros fotógrafos y a buscar lo bueno en todo lo que encuentres: libros, revistas, etc. y sacas lo mejor, y si puedes recortar, sacas lo bueno y lo vas pegando en la pared al lado de lo tuyo, y si no puedes recortar, abres el libro o las revistas en las páginas de las cosas buenas y lo dejas abierto en exposición. Luego lo dejas semanas, meses, mientras te dé, uno se demora mucho en ver, pero poco a poco se te va entregando el secreto y vas viendo lo que es bueno y la profundidad de cada cosa.
Sigues viviendo tranquilo, dibujas un poco, sales a pasear y nunca fuerces la salida a tomar fotos, por que se pierde la poesía, la vida que ello tiene se enferma, es como forzar el amor o la amistad, no se puede. (...) Sigue lo que es tu gusto y nada más. No le creas más que a tu gusto, tu eres la vida y la vida es la que se escoge. Lo que no te guste a ti, no lo veas, no sirve. Tu eres el único criterio, pero ve de todos los demás

Texto mío cuando me pidieron un párrafo de declaración sobre mi trabajo:
“Frente a la construcción deliberada, escenificada y actuada hasta sus mínimos detalles, la que pareciera ser la salida más aceptada y exitosa de la renovación de la fotografía tradicional, yo prefiero una fotografía que, sin renunciar a la conciencia de sus posibilidades, persiga el cruce entre la construcción y lo aleatorio. Me interesa dejar la puerta abierta al riesgo, el error, la sorpresa y lo inesperado”.

Juan José Saer:
“Yo rara vez pienso en los lectores cuando escribo. Mi tarea como escritor es intentar modificar las formas narrativas y el sistema de representación. Eso supone una cierta dificultad, a veces incluso un cierto hermetismo. Pero es el mismo carácter hermético que tienen los objetos cuando los percibimos. No es el arte, sino nuestra percepción, que nunca es del todo satisfactoria, la que nos condena a esa incertidumbre y todo el arte del Siglo XX se ha hecho cargo de esa opacidad”.

César Aira:
Mi punto de vista es el del escritor que busca inspiración, estímulo, procedimientos y temas en la pintura. Es decir, un personaje clásico, casi convencional, y casi inevitable. Un comienzo posible de la historia de la literatura, en todo caso un mito de origen, sería el del primer poema, el primer relato, como descripción o interpretación fabulosa de un dibujo o una estatua. Contarles a los amigos o a los vecinos de caverna cómo cacé un bisonte es un simple acto de comunicación, al que la lengua es puramente funcional; pero contarles la historia que sugieren esos bisontes y cazadores pintados en la pared… eso bien podría ser un anticipo de literatura. La mediación de las imágenes impone una distancia, y la distancia crea un espacio, en el que las palabras pueden resonar y multiplicar su expresión más allá de lo utilitario.

Textos académicos

Un comienzo firme es estudiar lo que se ha escrito sobre el tema al que nos vamos a dedicar. La lectura debe ser crítica, no sólo informativa. Debemos sacar conclusiones, tomar partido, estar abiertos tanto a cambiar nuestras impresiones como a trabajar para argumentar nuestro punto de vista original. Mente abierta, especulación de ideas, capacidad de autoanálisis: todas cosas que ayudarán a proyectar un trabajo original y de interés para los demás.
¿A quién nos dirigimos? Otra vez estamos hablando del lector modelo o lector imaginario. Escribir no es tan distinto a programar. Trabajamos sobre un código compartido, encriptamos sentido. Lo particular es que el download no es “perfecto”, el lector, al reconstruir nuestras “instrucciones” al programa, siempre lo hará a su manera, siempre será en parte autor de lo que entienda de nuestro escrito.
¿Sobre qué vamos a escribir? A veces el tema llega solo, se impone. En otros casos puede tratarse de un encargo o la culminación de un interés coherente en una zona de la práctica o la investigación teórica.
Una misma cuestión nos puede llevar por líneas de trabajo muy diferentes. Podemos, por ejemplo,  investigar las transformaciones en la representación digital de la realidad para meternos en la zona de la tecnología de los sensores, los vericuetos de la captura de la luz y el color. Pero también para estudiar las transformaciones recientes e inferir de ellas su impacto en la cultura, y más específicamente, en las formas de percibir y leer la fotografía.
De esa investigación puede devenir una obra artística. Duchamp, Fontcuberta, el mismo Aira, el escritor español Enrique Vila Matas, y tantos otros, teorizaron sobre el arte y su práctica y su obra fue una suerte de tesis o demostración de sus ideas. La Rayuela de Cortázar, sin ir más lejos.
Podemos investigar una zona de la historia de la fotografía que sintamos que tiene que ver con nuestra práctica y nuestra búsqueda. Con frecuencia de ese punto de partida suelen resultar textos de “trinchera”. El autor toma partido, hace una lectura interesada –en el mejor de los sentidos- de la historia, de las escuelas. Por eso un trabajo de investigación o académico puede hacer un corte, provocar, defender, convocar.
A veces, sin embargo, la razón de todo está esperando en el final del recorrido. Una búsqueda abierta, zizagueante, por momentos aleatoria o azarosa, puede dar lugar, con el tiempo, a una serie de convicciones o certezas, a un sistema de ideas o un aparato de interpretación teórica. Yuyo Noe, sus escritos sobre arte y su práctica de la enseñanza son un ejemplo.
En cualquier caso, es importante trabajar a conciencia en la delimitación de nuestro objeto de estudio y en nuestra hipótesis general de trabajo. Nos debería bastar un párrafo para describir ese punto: objeto de estudio e hipótesis de trabajo.
Aunque la producción de material académico debe seguir ciertos estándares relacionados con la fundamentación y la aportación de ideas o procesos originales, sigue siendo clave determinar a quién le escribimos. Hay investigadores que escriben para la academia: no se apartan de la terminología y las convenciones, hay marcas y guiños, sobrentendidos que demuestran una voluntad de pertenencia. En otros casos el lenguaje claramente apunta a trascender el ghetto. Puede haber un propósito de divulgación asociado o no a una intención de que el texto permee en la sociedad en un sentido más amplio, que tenga, acaso, un poder de influencia y transformación. En la filosofía o en las ciencias políticas muchas veces es clara la diferencia entre una y otra tipología, aunque por supuesto abundan los híbridos.
El método. La investigación, muchas veces, se parece a la instrucción de un caso policial (Umberto Eco). El investigador o teórico, busca, revolviendo archivos, haciendo entrevistas, realizando trabajo de campo, aquellos datos o pruebas que confirmen sus teorías. En el trabajo de documentación pueden aparecer nuevas hipótesis, nuevos puntos de vista, que reafirmen o refuten la hipótesis original.
Escribe Umberto Eco que hay tesis de investigación, como las que estuve describiendo, pero también tesis de compilación. Tan válidas unas como las otras.

Lo primero que hay que saber es que escribir un texto académico se trata de un continuo: Escribir-Editar-Reescribir. Los textos académicos pueden ser:
Informes: describen y analizan de manera detallada y ordenada fenómenos, datos, conceptos, ideas, hechos o sucesos.
Ensayos: consisten en desarrollar un tema, hecho o acontecimiento sin el requerimiento de aportar información que respalde nuestro análisis, siendo rigurosos en la argumentación y la consistencia del discurso.
Monografías: consisten en recabar información sobre un tema específico, seleccionarla, compararla y analizarla con rigor y parsimonia.
Tesis o papers: refieren a un tema o fenómeno específico cuya investigación e hipótesis debe ser original y utilizando métodos apropiados

Este tipo de escritura es casi invariablemente planificada. Se desarrolla en el tiempo, con marchas y contramarchas, consultas, hipótesis que se ponen a prueba y a veces resisten y a veces, no, etc. Etc.
Algunas particularidades de la escritura académica
La claridad del texto y la inteligencia de sus argumentos no mejoran por usar palabras rebuscadas ni argumentos confusos. La inteligencia de las ideas está dada por la complejidad del tema y la profundidad del pensamiento.
Minimizar las construcciones pasivas. Ej.:
Las tendencias estetizantes y manieristas del periodo de paz y prosperidad fueron abandonadas a causa de la guerra.
La guerra terminó con las tendencias estetizantes y manieristas del periodo de paz y prosperidad.
Disminuir los adjetivos. Adjetivar demasiado puede ser un síntoma de que el texto está mal fundamentado o argumentado.
Emplear oraciones cortas: las oraciones largas, por lo general, son más difíciles de entender que las cortas. Esto se debe a que en oraciones largas: a) el sujeto suele estar más apartado del verbo, lo que genera confusión u obliga a releer; b) las oraciones largas contienen tanta información que dificulta al lector extraer el material importante. No hay un número máximo de palabras establecido, pero en los textos académicos suelen emplearse oraciones menores a 25 palabras.
Ya sea en las revistas científicas o en las jornadas, congresos o simposios la escritura académica tiene ciertas particularidades que necesitamos conocer antes de ponernos a escribir.
Es importante evitar la composición oscura o la retórica en la escritura: una redacción que usa reiteradas veces grandes y rimbombantes palabras no es un texto más inteligente, ni expresa necesariamente una gran idea. Cuando la prosa es ambigua o confusa, no se advierte de inmediato lo que se quiso decir y los lectores hacen sus propias interpretaciones, a veces, contradictorias. Las partes de un texto son:
· Título
· Nombre de autor/es y datos de filiación académica
· Resumen· Introducción: donde se presenta el problema, el argumento, hipótesis, el/los objetivos del texto y la metodología utilizada. Algunas personas incluyen una breve síntesis de la organización del texto.
· Desarrollo del texto: donde se presenta la información y el análisis que hemos realizado. Puede organizarse en apartados que facilitan la lectura y organización de las argumentaciones.
· Conclusiones: donde se recuperan los resultados del análisis presentado en los apartados. Es un texto breve y esquemático. No se presenta evidencia nueva.
· Bibliografía: sólo debe incluirse la bibliografía citada. Existen diversos tipos de formas de citas.
(guardado como PDF)

Pasos para la escritura de un texto académico
Es bueno saber que lo primero que vayamos a escribir será un borrador y sólo eso, al cual deberemos revisar, editar y reescribir por lo general varias veces hasta obtener el resultado final.
Si logran escribir todos los días quince o veinte minutos, en tres semanas es probable que obtengan un mejor texto que si se sientan dos horas seguidas un día a la semana, porque escribiendo poco cada día podrá revisar lo escrito, reeditarlo y reescribirlo.
Establecer una rutina de trabajo adecuada a la fecha de entrega.
Empezar por dar forma a un borrador. Apuntar ideas, formas posibles de estructurar el texto. En el borrador buscamos tener una idea clara de qué queremos escribir. No hay nada más difícil que escribir un texto cuando no sabemos qué queremos escribir. Una vez que tengamos ese primer escrito:
·       Distinguir del caos, las ideas que consideremos interesantes para desarrollar.
·       Buscar conexiones entre las ideas.
·       Pensar en las referencias bibliográficas que nos podrán ser útiles.
·     Trazar las líneas para el segundo borrador.

En este primer borrador van a estar expuestas las primeras decisiones que tomamos para seleccionar qué nos interesa y cómo quisiéramos analizarlo. Será más fácil seguir con la tarea de escribir si le comentamos a algún compañero, compañera o colega lo que estamos escribiendo y le pidamos que nos de sugerencias. Decirlo en voz alta es útil también para aclarar las ideas, ya que no obliga a escucharnos. Los académicos que escriben asiduamente saben que escribir es un trabajo de colaboración. Por ello suelen organizar encuentros y hacer circular sus ideas y escritos para recibir comentarios, sugerencias y críticas que ayuden a mejorarlo. El caso de los alumnos de posgrado es igual. Por eso es bueno reunirse con otros compañeros para escribir, comprometerse con algún compañero a revisarse los textos mutuamente o compartir la escritura y ser coautores. Todo esto hará del trabajo de escribir una actividad más fácil e incluso placentera. Lo que debemos evitar es pensar que para enviar nuestro texto a alguien es preciso que el texto esté listo, porque nunca lo estará hasta que termine el proceso y debamos enviarlo. En ese momento la lectura ya es tarde. Es preferible aprender a compartir el texto en todas las etapas del proceso.
Para mantener la escritura fresca es necesario retomar el texto todos los días. Si lo dejamos por varios días sin trabajar, cuando retomemos la escritura no llevará varios minutos, incluso media hora, ponernos en sintonía con las ideas que queremos desarrollar.
Los resúmenes son buenas herramientas para pensar detenidamente nuestro texto. Estos incluyen:
  • El objeto de estudio: el fenómeno a investigar y los trabajos que lo discuten.
  • Lo significativo de tu aportación: explicación sobre la singularidad del tema o de la particular manera de abordarlo.
  • El marco teórico: la perspectiva teórica en la que te basás para analizar y discutir el tema.
  • El argumento: lo que tu análisis reveló acerca de objeto de estudio, de los enfoques actuales relacionados con el objeto de estudio o respecto de la sociedad examinada.
  • Las pruebas: evidencia que confirma tu argumento acerca del objeto de estudio o elementos de éste que analizás.
  •  
El ensayo

Extracto y notas de La forma del ensayo: el margen (Augusto Albajari), página 199 de Permítame contarle una historia.
Theodor Adorno /

El ensayo no acepta una definición unívoca, sino que necesita de una descripción. “La brevedad, el empleo de la prosa, la naturaleza informal de la exposición” (Jaime Rest).
El tema puede ser tan lábil como particular: desde la forma de comunicarse de una especie animal a cuestiones morales, filosóficas, políticas, literarias, históricas, biográficas, científicas o narrativas.
Por lo general es un texto breve en prosa en el que prima la exposición e interrelación de ideas antes que la imaginación, aunque hay excepciones (ensayos en verso y ensayos larguísimos). Ha sido definido como el centauro de los géneros: mitad lírico, mitad científico.
El surgimiento del ensayo puede ubicarse en la última mitad del siglo XVI con la publicación de la obra de Montaigne, una alternativa a la prosa científica de entonces. El ensayo se configuró como la otra forma de exponer ideas, que no se articulaba con la minuciosa comprobación y verificación. En el ensayo es tan importante el atractivo de la presentación como la validez de los juicios enunciados. Otro rasgo del ensayo es la perspectiva del yo que despliega las ideas, compara, concluye, etc. Casi como una contracara del texto científico, más impersonal y atado al método particular de su ciencia de referencia, el ensayo tiene un componente provisional y de interpretación.
Como el propio nombre del género lo indica, el ensayo es más una prueba que algo definitivo, sus conceptos son más la consecuencia de una intuición o reflexión personal que de una indagación sistemática.
El texto académico tiene pretensión de totalidad y, al colocar al escritor y lector en una falsa neutralidad, escenifica una situación que es menos leal que la subjetividad expuesta y confesada. Cuanto menos se vale de la forma, mejor será mostrado el contenido. Para Adorno, esta separación es consecuente de la división entre ciencia y arte propia de un mundo cada vez más cosificado, y ante esta realidad, promulga el carácter fragmentario del ensayo, su toma de partido, sus ambigüedades, suas variadas interpretaciones, su manifiesto espíritu crítico, su exposición al error.
El ensayo es un género abierto a la divagación y la crítica. El tratado, en cambio, circunstripto a un tema, debe aclarar la importancia de su objeto y limitarse a él. El ensayo puede (y tal vez deba) desbordar su tema primordial, su objeto (que deviene en un pre-texto).
El ensayo, que está cerca del paper académico, es, por definición, descartable: nadie se responsabiliza demasiado por ese texto, todos lo usan para seguir produciendo y reproduciendo, negando y mutando el respeto por lo dado.
“El dogmático no ensaya. El que merodea el saber, el marginal, duda, no sabe todo, no está seguro, cuestiona. El ensayista recorre los baldíos del conocimiento y, desde el margen, apedrea el edificio de la Ciencia: intenta, atenta y tantea.

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