martes, 16 de abril de 2019

Teoría y Técnica III (resumen de lo visto en clase del 15/4)


Frases y párrafos
El párrafo se suele definir como un conjunto de frases relacionadas que desarrollan un único tema. Funcionan como una pausa y suelen ser la marca formal de un cambio de perspectiva, o de función (introducción, tesis, conclusión, ejemplos).

La Arquitectura de la frase:
Llegamos al fondo de la cuestión, a la esencia de la escritura: la prosa, la frase.
Hay una tendencia histórica a acortar la oración:
George Simenon 15 palabras por frase
Gustave Flaubert 18
Marcel Proust 38
René Descartes 74

Las investigaciones neurolingüísticas establecen en aproximadamente 15 palabras lo que puede retener la memoria de corto plazo. Sería el equivalente a la memoria RAM. Por eso son más fluidos, descansados, memorables, los textos con puntuaciones ágiles. Sin embargo, como en el ejemplo de Octavio Paz, a veces la complejidad de la forma tiene una suerte de equivalencia poética con la profundidad del sentido. Para contar una revelación de madurez, Paz elige una forma compleja.
Los cuentos más breves:
Cuando desperté, el dinosaurio seguí allí.
Se venden zapatos para bebé sin uso.

Volviendo a la frase: la frase se vuelve enérgica y más clara si la información relevante se da al principio. Lo mismo pasa en relación al párrafo: la frase más importante en cualquier texto es la primera. Si no induce al lector a pasar a la segunda, está muerto.
Las subordinadas quedan mejor al final, ordenadas de más cortas a más largas, o según su sifnificado. Sólo los complementos cortos, como los circunstanciales de tiempo y de lugar, pueden ir al principio de la frase sin entorpecer su fluencia.
Tips generales para una mejor arquitectura de la frase:
  1. Cuidado con las frases largas, es decir las que vayan más allá de las 30 palabras.
  2. Quedarse sólo con lo esencial. Eliminar palabras e incisos irrelevantes.
  3. Estar atentos a la ubicación de los incisos, que no separen lo que estaría mejor unido (por ejemplo sujeto y verbo).
  4. Sujeto, verbo y predicado, normalmente es la estructura más clara y eficiente para comunicar información e ideas.
  5. La información relevante, al principio. Esta norma funciona casi invariablemente.
  6. No abusar de las construcciones pasivas, de las negaciones ni del estilo nominal.
  7. Revisar, corregir, leer en voz alta. Prestar atención al ritmo, a la música de la frase. Casi siempre una forma pura se corresponde con una idea bien volcada al lenguaje escrito.

La puntuación

La impresión generalizada es que se trata de algo relativo, que puede administrarse en función del gusto, los hábitos o la inspiración del momento. Pero la puntuación estructura las diversas unidades del texto: el final de los párrafos, de las frases, las relaciones de subordinación entre ideas, etc. En la medida en que los signos reflejen la organización del contenido (tema central, subtema idea, detalle), el texto se hace más coherente y claro.
El autor construye su texto -o debería construirlo- siguiendo las reglas internas del discurso escrito, que son ajenas e independientes de la comunicación oral. El período sintáctico, la modulación de la frase o la densidad léxica y gramatical de la prosa constituyen un estilo de comunicación distinto de la espontaneidad y la frescura de la conversación o del discurso. No tiene ningún sentido escribir según lo que decimos o lo que entonamos, a no ser que pretendamos simular o reproducir los tics del diálogo y esconder el estilo escrito de un texto.
  
Nociones de estrategia y estructura de un texto
Más allá de los géneros, esas formas solidificadas que son convenciones de lectura y escritura, podemos advertir que los textos se estructuran de acuerdo a una estrategia general.
Por ejemplo, la estructura narrativa: Introducción o establecimiento, nudo, desenlace
El enigma: cuando el autor retacea información, busca despertar nuestro interés, nos propone que evaluemos en qué mano tiene la moneda. Las historias. ¿Qué son las historias? Desde luego no son los hechos. Las historias solo existen al ser contadas.Gloria Pampilio / El relato: ser fiel a la historia
Otros textos llevan la acción y el argumento al mínimo. Lo que importa es un punto de vista, la textura de un tipo de habla, lo que no se dice (ejemplos del cine actual).
Hay textos con estrategias argumentativas o propositivas. Toda la forma está determinada por ese propósito.
La elección de un tema:
Un tema puede originarse de la manera más inaudita y de situaciones y también imágenes cotidianas, lo que importa es que, por trivial que lo juzguen los otros, para uno es significativo; esta cualidad se revela a menudo por el hecho de que vuelve una y otra vez a la memoria. No es raro que este regreso produzca cierto desconcierto (…). La inquietud que producen esos recuerdos –o ese tema, ese germen de historia que regresa- se debe a que misteriosamente significa algo más, de que es algo así como un brote cuya raíz nace en nuestras sensaciones, en nuestra imaginación, en experiencias pasadas, para establecer con nosotros una conexión especial y misteriosa. Un buen tema, dice Julio Cortázar, “…coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotaban virtualmente en su memoria o en su sensibilidad, un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia”.
(…) Así, lo que ellos están indicando es que en el proceso creativo se pone en juego un tipo diferente de pensamiento. En la vida diaria, si uno viaja por un país extranjero, por ejemplo, mira el paisaje buscando las postales, pero cuando se trata de escribir, se empieza a hacer más caso a detalles insólitos que llaman la mirada. En el proceso creativo tienen mucho valor esas asociaciones incongruentes que en la vida diaria se desechan. Mirar, esa es una de las claves. Es todo un arte y un vicio la operación de mirar cuando se escribe.
Raymond Carver sobre el atisbo:

Los géneros
Condicionan también el texto, lo determinan. Si vamos a escribir una carta de reclamo a Edesur vamos a usar un tono, un tipo de palabras, seguramente formales, etc., muy diferentes de si escribimos un post para quejarnos del corte de luz, aunque la información sea la misma: llevo x horas o días sin luz por culpa de la misma empresa. Los géneros son formatos previos a nuestro texto, recurrimos a ellos muchas veces sin pensarlo. La equivalencia con la música.  En un extremo los géneros más estrictos serían los contratos y en el otro la poesía, que precisamente fuerza al lenguaje a funcionar de un modo más expresivo que comunicativo. En el medio podrían estar los cuentos tradicionales, del tipo “Había una vez…”.


Organizar la información

Ya vimos que una vez que se ha definido la situación retórica (qué, para quién, con qué objetivo, etc.), se conocen las convenciones del género discursivo y se tiene la información suficiente, lo más probable es que antes de pasar al acto propio de escribir nos convenga hacer un mapa de lo que será nuestro texto.
Y hablamos de la importancia del comienzo. ¿Por dónde empezar? Podemos elegir una escena o un detalle de interés para tirar de ahí en el arranque del texto. O hacer una afirmación de peso, provocativa. Hay que dedicarle el tiempo suficiente a la decisión de cómo plantear el tema. Como ganar el interés del lector. Cómo ponerlo del lado de uno. Es un trabajo que implica abstracción (tengo que entrar por algún lado al tema, tengo que decidir qué eje, qué información será más oportuna, qué data dura, qué pincelada de color. Y a la vez es un ejercicio de seducción, en envolver, de despertar la sensibilidad, el placer intelectual y sensorial. Un buen escritor nos hace sentir más inteligentes y más sensibles, tal vez nos haga más inteligente y más sensibles.
Insistimos: será muy útil y tal vez imprescindible ordenar los contenidos sobre todo si se trata de un texto largo y la información es abundante, podemos ir vislumbrando con qué remate, con qué giro o qué información despediremos el texto. Es muy práctico anotar ese recorrido en una hoja, que funcionará como una suerte de prolongación de la memoria, ya que es mucho más fácil ordenar una serie de ideas físicamente visibles que organizarlas en un esquema mental.
Una de las ventajas de este método es que nuestro intelecto se sentirá más despejado, más libre para soltar el estilo y las formas para hacer el texto más atractivo.
Otra, claramente, es que al jerarquizar la información y establecer las relaciones entre los distintos conceptos estaremos avanzando en la construcción de sentido. De algún modo habremos adelantado el proceso de escritura y determinado su alcance, para bien o para mal.

Decisiones de la persona que escribe en el momento de la puesta en texto

En el proceso que lleva a la construcción de un texto aceptable, comunicable, eficaz, un escritor o escritora con experiencia resuelve simultáneamente cuestiones de diferentes niveles, sin perder de vista las decisiones tomadas en la etapa de planificación: para qué receptor escribe, qué objetivos persigue, qué efectos pretende lograr.
Todo lo que hace el escritor para sostener la coherencia del texto que está escribiendo supone una serie de movimientos importantes hacia el lector, con el objeto de guiarlo en su lectura y de ayudarlo a seguir “el hilo del discurso”. Esos movimientos incluyen, por supuesto, algunos que apuntan a no perderlo como lector.
Por encima de todas las pequeñas decisiones que hemos ido tomando, no hay de perder de vista algo que se llama “macroestructura semántica”. ¿De qué se trata? Es la unidad semántica de un texto, la estructura de significado que permite que un texto aparezca como un todo coherente y no solo como un conjunto de conexiones entre oraciones aisladas. Cuando nos preguntamos de qué trata un texto, la respuesta está dada por su macroestructura.
Si nos asomamos al acto de escribir veremos que has constantes decisiones gramaticales que hacen fluir el texto y también son decisiones que determinan un estilo
Ej:
Laura escuchó una bocina. Laura acudió a la ventana. Desde la ventana Laura vio un coche. Una mujer en el interior del coche hacía señas a Laura para que se acercara. Laura buscó la cartera de Laura y salió.

Este texto no es ambiguo pero sí terriblemente aburrido. Todo lector consideraría que las repeticiones deberían ser reemplazadas o elididas. Un escritor competente lo narraría de este modo, haciendo uso de recursos gramaticales:

Laura escuchó una bocina. Acudió a la ventana. Desde allí vio un coche. Una mujer en su interior le hacía señas para que se acercara. Laura buscó su cartera y salió.
Para evitar repeticiones y relacionar los significados, el escritor ha sustituido términos y elidido repeticiones. El referente “Laura” fue mencionado al comienzo y suprimido en las restantes oraciones, porque el lector puede reponer el sujeto omitido sin dificultad. No ocurre así en la última oración que, sin sujeto, generaría una lectura ambigua: ¿es Laura o la mujer del auto la que busca la cartera y sale?

Hay formas de evitar repeticiones y a la vez adelantar información. Ej.:  El Tigre Acosta no respondió a la citación. El ex capitán, responsable de la apropiación de bebés nacidos en cautiverio de mujeres que aún permanecen desaparecidas, nuevamente burló a la justicia.
Cuando escribimos no es suficiente tener cierto dominio léxico sino también saber cuándo, con quién, cómo y en qué condiciones podemos utilizarlo. La situación comunicativa, el tema, las relaciones socialmente significativas de los participantes influyen en la selección léxica.
“La lengua no es solamente un instrumento de comunicación o incluso de conocimiento sino un instrumento de poder. Uno no busca solamente ser comprendido, sino también creído, obedecido, respetado, distinguido. Así lo que puede ser dicho o la manera de decirlo en una circunstancia determinada dependen de la estructura de la relación objetiva entre las posiciones que emisor y receptor ocupan en la estructura de la distribución del capital lingüístico y de otros tipos de capital”. (Bourdieu, 1977)


La Revisión

La revisión para los entendidos, ocupa en el modelo cognitivo la misma jerarquía que la planificación y la textualización. Los tres subprocesos tienen igual importancia dentro del proceso de escritura. Sin embargo, los estudiantes dedican a la revisión menos del 9% del tiempo empleado en la composición de sus textos. En cualquier momento de la composición el escritor revisa lo que ha escrito. Repasa si lo que ha escrito hasta ese momento responde a lo que ha planificado, a los objetivos que se propuso, si tiene en cuenta el lector al que va dirigido el texto.. En función de ese constante ir y venir por el texto es que se dice que escribir es reescribir.
La revisión puede ser sincrónica con el acto de escritura, puede ser inmediatamente posterior o intencionalmente diferida. La revisión es un proceso que exige tiempo, dedicación y una fuerte dosis de tolerancia a la frustración, ya que cuando revisa, tendrá que estar dispuesto a modificar, tachar y eliminar párrafos que, aunque le resulten especialmente logrados, interfieren en la estructura del texto.
Una de las principales dificultades que debe sortear el escritor devenido revisor es la de distanciarse del texto. ¿Qué significa esto? Mirar el propio texto como si fuera de otro para comprobar su autonomía respecto del contexto situacional. No es fácil lograr este distanciamiento y aun los escritores expertos recurren a otro lector para que los ayude a detectar problemas del texto. Es importante detectar con precisión los problemas de un texto. A veces la persona que escribe no logra identificar más que una sensación de ruido o confusión en su texto. Hacer conscientes los procesos y la continuidad en el tiempo harán que mejore nuestra capacidad de revisión.
En el proceso de revisión, al menos esta es mi experiencia, se suelen tomar las decisiones que terminan definiendo y afianzando un estilo personal.
Resumen:
Acabamos de describir procesos que son complejos e inevitablemente revisten dificultad. Pero así como hay dificultades, también hay logros cuando se acepta el desafío y también hay placer, gusto por escribir y realización en hacerlo mejor. Vale la pena, y no sólo porque escribir permite comunicarse o apropiarse de una práctica social imprescindible para cualquier actividad sino también porque escribir significa reestructurar el pensamiento, es decir, elaborar formas nuevas, más complejas de razonamiento.
Escribir y especialmente la dinámica continua de leer y escribir a conciencia, es un ejercicio puro de autoconocimiento y autotransformación, que ha tenido y tiene una consecuencia decisiva más allá de lo individual, en la evolución de las sociedades.

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